OPINIÓN

El ser argentino, origen y definiciones

16 de Marzo, del 2025 - Opinión

POR | Alexander Wragge. Analista de comunicación digital y política.- 

Para definir qué es ser argentino, hay que saber decir de dónde viene, dónde está su origen. Un individuo que desconoce de dónde viene, no sabe en qué camino está ni a dónde ir. El argentino proviene de Europa, del Levante, el Cáucaso o el Lejano Oriente. ¿Por qué? Porque fueron los pobladores iniciales, los que moldearon el país. Porque comparten en su historia haber sido pueblos de gloria y también de penuria, y haber sido atacados, unos y otros, por sus vecinos en sus países de origen.


Vinieron a Argentina para dejar atrás todos los problemas, incluidos los conflictos culturales. Por eso vivieron en paz y armonía y crearon un país distinto en el continente. Argentina es un país para esa gente, un país criollo, no aborigen. Por ejemplo, mientras naciones del continente consolidaban una identidad mestiza o indígena, Argentina optó por un modelo inspirado en Europa, relegando a las pocas poblaciones originarias a un rol secundario en el proyecto nacional. 


Los orígenes se encuentran afuera. Aun así, todos crearon en tierras inhóspitas un país que supo ser la sorpresa del mundo, con innovación en todas las ramas de la ciencia, con salud y educación de primera. Ser argentino significa compartir con otro, por más que provenga de otro territorio, otra cultura o etnia, un mismo sentimiento: la búsqueda de gloria. Significa honrar a los antepasados sin guardar rencor. En términos religiosos, puede ser cristiano, musulmán, judío o ateo. El país está fundado sobre bases católicas y laicas. 

Cuando los próceres decidieron poblar este país, tenían la opción de hacerlo con cualquier grupo; incluso hubiera sido más fácil traer poblaciones indígenas de territorios cercanos, como el altiplano, pero no lo hicieron: optaron por convocar a las poblaciones mencionadas. Algo sabían, sin duda. Comprendían que, más allá de las diferencias culturales, nadie puede desprenderse del todo de sus raíces; siempre persiste una parte de ellas y un respeto hacia su origen, aunque se forje una nueva vida en otro territorio. La diferencia radica en la distancia. No es lo mismo estar orgulloso de raíces cruzando el océano que de raíces a pocas horas de distancia. Esto último es un problema, porque ante conflictos que puedan surgir, ¿a quién responde el individuo? ¿A su nueva patria o a sus coetáneos? ¿Cómo puede asegurarse que alguien proveniente de un país tan cercano, con una cultura tan distinta, no priorice a los suyos, facilite su entrada o establezca redes de crimen con ellos en las fronteras? Por ejemplo, un inmigrante italiano que dejaba Europa atrás no tenía la posibilidad de mantener vínculos diarios con su país, mientras que un indígena del altiplano podía cruzar la frontera con facilidad, lo que generaba dudas sobre su compromiso con Argentina en caso de conflicto.


Es por eso que Alberdi, Roca, Sarmiento, Perón, todos los presidentes y próceres argentinos, (San Martín incluso cuando escuchó a Bolivar hablar de la "Patria grande latinoamericana detestó el concepto), hasta 1960, promulgaron solo la inmigración de ciertos grupos y bloquearon casi toda inmigración de otros. Porque todos comprendían la demografía de esta forma, incluso como una cuestión de seguridad nacional.


 Es tan argentino un polaco étnico como un armenio o un coreano. Comparten historias de sufrimiento, siguen amando y respetando sus orígenes, pero ahora son argentinos y primero está Argentina. Con sus diferencias, formaron el país dándose cuenta de que eran más similares de lo que creían y que las diferencias que tenían no eran de honor, respeto ni visión de progreso en la vida. Eran diferencias menores. Si querían compartirlas, lo hacían; si no, quedaban en su lado con su gente, siempre bajo el mismo contrato social de respeto y colaboración. Este contrato se expresó en instituciones como la escuela pública, donde hijos de inmigrantes de distintas culturas aprendieron un mismo idioma y valores, o en el trabajo colectivo en las fábricas y el campo. Algo que, como sabían los próceres, era una rareza y por eso no entraba cualquiera: solo ingresaban quienes podían entender estos conceptos.


El origen fundacional del argentino es como el norteamericano/estadounidense; nos basamos en un sumo respeto a los orígenes, incluso para con los españoles de los cuales nos separamos en la independencia. No tenemos rencor hacia ellos, porque la mayoría en algún punto son hijos, nietos o bisnietos de aquellos españoles y nada tenemos en común con los aborígenes que fueron civilizados a la fuerza en otras regiones, quienes aún guardan rencor por ello y que de español sólo poseen el lenguaje. En estas tierras eran las pocas poblaciones autóctonas y fueron aliadas de esos mismos inmigrantes para concretar la expansión territorial.


Tenemos que saber defender nuestra cultura y forma de ver la vida. Si ser argentino sólo fuera un papel, la India enviando apenas el 4% de su población conquistaria nuestro país y pondría presidente en una sola generación, cambiaría radicalmente la esencia local, prohibirían las costumbres básicas como el asado, y aquellos que conocen más aquella cultura, saben el potencial destructivo que tiene.


Comprender el país implica entender su historia y cómo fue concebido. Proteger la cultura y la idiosincrasia es un deber de todos los argentinos, para preservar nuestra forma de ver la vida, el ambiente y la fauna. Para continuar dando ejemplo sobre la cooperación humana. Entender qué es ser argentino y cómo fue pensado el país es esencial para saber cómo actuar en políticas demográficas y no caer en las garras de intereses extranjeros, sean de donde sean.